domingo, 23 de enero de 2011
23 de Enero de 2010.
Escribir es una especie de introspección que revela hasta el último milímetro de alma y desfigura y figura el tiempo y el espacio a voluntad, muchas veces del inconsciente. Escribir es un revelador tan efectivo como los químicos de la fotografía pero que revelan en el papel, a través de letras, colores y frecuencias que superan el visible y transmiten lo invisible: Sentimientos; pensamientos; ideas; miedos; alegrías. Escencia.
jueves, 16 de septiembre de 2010
..:: No Tengo Ruido ;;,,
Y una vez más supe que el silencio es el peor ruido del mundo. Fue ayer, el ayer de caminos grises y musgo húmedo tan alto que me roza las rodillas. Caminaba envuelto en mis mantos negros, disfrazados de color con notas musicales que andan siempre por delante de mí, en forma de eses melódicas que escucha mi oído interno. Es curioso notar carros, andenes, personas y hasta perros; robar dos o tres sonrisas y sentir el inerte ruido que se desdibuja al acercarse al pabellón y entra desordenado y hueco a retumbar el tímpano. Caminar con los ojos abiertos no siempre garantiza visión; garantiza como mucho, no chocar contra un árbol, un poste o enredarse en los húmedos musgos que pasan las rodillas, porque de que los hay, los hay.
Pero el asunto no es ver, ni olfatear, ni saborear. Tiene más que ver con tocar. ¿No es el sonido una expresión más de nuestro sentido del tacto? Es cuando las ondas sonoras tocan nuestros huesos auditivos que vibran y escuchamos. Tal vez es eso lo que me pasa: No tengo tacto. Perdí mi taco. No tengo tacto.
Y ahora que lo pienso… Creo que nunca lo he tenido.
No soy sutil: Me da lo mismo la seda en un mantel que el croché en un uniforme de fútbol. No soy hostil tampoco: Me embeleso con las crines equinas y los saltos de las liebres que se escapan del país de las maravillas y te llegan por los olores de alguno de los que se sienta en la esquina, de su humo que, cual dragones enfermos, tiran hacia arriba. Me creo bárbaro y soy bárbaro. Sólo alguien bárbaro puede creerse bárbaro en la expresión más argentina. No tengo tacto, he dicho.
Pero es curioso que sin tacto pueda escuchar mis melodías.
El silencio es el peor ruido del mundo, lo sé porque el ruido se desdibuja, al menos se desdibuja. El silencio es un dibujo taciturno que ni siquiera es un dibujo, ni siquiera se desdibuja. Me hace morder la lengua de manera involuntaria. Me hace insoportables mis propias melodías. Nada peor que los quince minutos entre mi casa y la homilía, el camino gris que parece múltiple, con el musgo que sobrepasa mis rodillas y de vez en cuando, empinado hasta los codos me moja, me ensucia. Mil miradas ven manchadas mis coloridas ropas. Yo ya las veía negras. No tengo tacto. Tal vez no tengo olfato, que por lógica misma del oído, es otra expresión del tacto… Y ahora que lo pienso… Creo que nunca lo he tenido.
El musgo creció más hoy. Menos mal no tengo tacto, si no al caminar por ahí, me molestaría. Menos mal no tengo tacto. Pero cómo desearía oír aunque sea un ruido dibujado.
jueves, 15 de enero de 2009
Atardecer Nocturno
Ese olor vuelve, pero ensordece con su silencio, parece tinta azul, de verde iluminado y de noche queriendo madrugarle al día, entonces hago fotos amarillas, de las mismas de la canción, perfumadas con eso, con el perfume de fotos amarillas en voces de barítonos entonados en básica armonía, y el resultado es evocar las huellas que ahora conciente, sé que no se dejan en las paredes si no en el aire, en la escencia de la vida, entonces, la tinta hay que regarla, sí, paso a paso en cada milagro de tiempo... Mis parpadeos han de quedar grabados en el aire y mis huellas deberán oler a tinta, envueltos por viento y salados por brisa marina, de mar de montañas, de valles pero sobre todo, de agua de mar.
jueves, 8 de enero de 2009
Mis manos demuestran pobreza y la riqueza se sostiene de ellas
El encolado es una técnica para estatuillas, yo soy un encolado a medias, desgastado pero decorado. La pobreza se muestra en mis manos y la riqueza se sostiene de ellas, una buena paga si se tiene en cuenta que oigo plegarias y guardo secretos pero infortunadamente, no me puedo hacer manicure y me estoy cansando de sostener estas bolas, huecas pero pesadas y es hora de planchar mi vestido... Oigan, ¡aquí estoy!, ¿alguien me escucha? será rezar el rosario...
Cojo
Los pies de máquina tienen un hueco para que pase la aguja, se quedan quietos, callados y sólo dejan que pase la tela. El hilo los acaricia y les da brillo. Son esquizofrénicos según últimos estudios psicológicos.
viernes, 26 de diciembre de 2008
La Reina de la Soledad
miércoles, 21 de mayo de 2008
SOL

Después de la flauta, y de la cabalgata de mis dedos, me unto un poco de barro en la cara y me recuesto sobre las nubes ahora moradas y miro a mi alrededor, y aunque hoy no quiera saludar siempre debo hacerlo, luego miro abajo y cuento cada caja con luces que rueda sobre el pavimento y me pregunto si podré contarlas, son infinitas, infinitas cajitas y aún más lo que llevan dentro.
Ahora, entre lila y aire oscuro
Y Sin montañas de fondo,
Mi valle Cabecea y mi ganado cae plácido,
Al escuchar batirse a los murciélagos
Que voltean su cabeza, y oxigenan sus párpados.
Labriegos, de calle suelta, de amor incierto, vuelan los murciélagos.
También amo las lechuzas, me encanta escuchar su vuelo blanco y su estela celeste mientras reposo entre mi mar montañoso de azul lejano, de aire diáfano, de abrigador frío, mis rizos enmarañados sonríen con el soplo que los páramos guardan para conmigo, formar ríos caudalosos, con andar feroz que despierta los sembrados, que forma los valles y que las montañas ven de lejos, sin luz, sin risa, y me recuesto en su verde blanco, y me arropo con sus harapos de seda vencida, de cartas molidas, de caracoles estirados, y me concentro en el cantar de las lechuzas, y mis jardines se riegan y me canso…
Largas las semillas, corto el tallo
Mi valle cabecea, aturdido por la vida
Los murciélagos en su guarida, cantan a ronquidos
Voltean su cabeza, ahogan sus inútiles párpados
Cansados, encerrados, seguros, duermen los murciélagos
Madrigueras humedecidas por mi hora
Rota, rota, rota y gira un nuevo día
Odio las despedidas mucho más que los saludos, las luces de las cajas ya no están, y el limbo nada que aparece, sin despertar quisiera estar cada día, sin murciélagos y lechuzas nunca puede haber para mi clima, la mañana bochornosa de azul pintada de naranja y mandarina, sacude los campos y mis brazos se estiran por detrás de las montañas - donde las lechuzas y los murciélagos cantan -. Nuevamente ha pasado tiempo y mi amada me manda besos, no se si me saluda, no se si se marcha, miro su brillo de plata, sus extrañas ojeras pálidas, sus lentes, sus lunares, su sonrisa devorada, se marcha y en la lejanía murmura cantos con frecuencias inexploradas.
Mi nombre, no lo digo, mi canto no lo canto, camino sin camino y solo en un rato me encuentro en el limbo, entonces cosecho hojas y bebo toda su agua, entonces el viento sopla y de ellas lleno mis arcas, entonces toco la flauta y de nuevo mi vida acaba, y feliz me voy corriendo a ver si encuentro a mi amada, pero si no es ella que huye, es su brillo que me tapa, es el cansancio que cierra mis ojos y son las lechuzas las que cantan y mientras los labriegos caminan con su amor incierto, en los páramos creo nueva agua, y me quedo sin monedas, sueño con contar cajas, más tarde estiraré los brazos y lo mismo de siempre gritará “es de mañana”. Odio despertarme y encontrar a los murciélagos cantando a ronquidos y odio ver a mi amada de nuevo alejarse con su sonrisa devorada mientras canta los cantos, mientras espero a tocar la flauta.
Hoy, el cielo azul, amarillo y de verde sin un pliegue, ruega nostálgicamente que me olvide del nacer de un día y del morir del mismo, porque sin noches no hay días y al revés también funciona.
HÉCTOR FABIÁN GÓMEZ
para mis parceros!! :)